sábado, 15 de septiembre de 2007

EL NO A DIOS COMO POSIBLE…Y SUS IMPLICACIONES…

El ser humano se debate permanentemente entre sus ansias de plenitud, dominio y totalidad y la frustrante sensación de cara a una realidad que le recuerda incesantemente su condición de ser limitado, contingente y frágil. El intento de resolver esta paradoja, es tal vez, una de las mayores motivaciones que lo empuja a dirigir su pensamiento y su comportamiento a lo largo de toda su existencia, en búsqueda incansable de una respuesta satisfactoria.
Así como existe diversidad de subjetividades, también posturas en el intento de encontrar respuesta a este enigma. No faltarán los apasionados que cayendo casi en un ciego fanatismo, cuya motivación no es más que el miedo irracional, asumen posiciones rígidas y radicales, son quienes se aferran a sus creencias personales e ideologías filosóficas, pragmáticas, artísticas o religiosas, según el caso, semejantes al naufrago, quien en medio del mar se aferra a una tabla, y sin importarle que sea tan solo un escombro, pero que por lo menos le da la ESPERANZA DE SALVACIÓN. Así como también aquellos que intentan disimular la angustia que les puede despertar esta realidad y tratan de negar o evadir cada oportunidad que la vida les ofrece de mirarse al espejo, pues les recuerda la abismal diferencia entre sus ansias más intimas de infinito y los limites crudos de su propia realidad. Otros por su parte, buscarán entre las diferentes ofertas que ofrecen mercaderes de sentido, “poseedores de la verdad” y saltarán de espejismo en espejismo, sin encontrar nunca respuesta.
Y es que esta realidad parece tan connatural a lo humano, que ningún hombre parece escapar, si esta signado por la capacidad de tener conciencia de si mismo y de reconocerse en relación con los demás en el mundo.
Desde esta perspectiva, parece que cualquier intento de aproximación es valido, inclusive desde la realidad de Dios y es más, este último parece ocupar un lugar privilegiado en este arduo intento humano. El encontrar o construir el fundamento y sentido primordial de la co-existencia en el mundo desde el referente de Dios es entonces significativo y no solo para quienes afirman un sí a Dios como posible, sino también para aquellos, quienes optan por el no a Dios como posible
[1].
En este sentido, el punto en cuestión, no radica tanto en el sí o en el no a Dios como tal, como la necesidad de encontrar la identidad con el fundamento y soporte, la meta primordial, el origen, sentido y valor originarios del yo, la sociedad y el mundo.2
El si al Dios, implicaría respuesta asegurada a inquietudes primordiales del ser humano; a cuestionamientos esenciales, que el no a Dios, no daría respuesta y ciertamente ahondaría en una realidad descarnada en la que lo sumergiría inevitablemente en el mar sin fondo, del sin sentido, en la desesperanza frente al vacío, al absurdo, la culpa y la muerte.
La anterior afirmación, solo sería válida y solamente, desde el contexto del creyente, puesto que el auténtico ateo por su parte, se valdría del recurso necesario para lograr afirmar el fundamento primero, que el creyente equitativamente experimentaría en su fe.
Superando la imposibilidad racional de refutarse o descalificarse entre sí, las creencias del hombre religioso y del hombre ateo; el no a Dios, es una posibilidad real, una opción fundamental, libre y voluntaria frente a la realidad y lo avoca necesariamente a determinar su referente fundamental. Dicho fundamento y la confianza que depositaría en el, sería necesariamente la realidad en oposición a Dios. Es decir, esta es una opción y un derecho inalienable, para todo aquel que quiera encarar el enigma vital del sentido frente a la toma conciencia de su existencia en el mundo, apartado de la realidad de Dios.
Sin embargo, bien lo afirma Küng,3 existe una diferencia honda entre determinar a Dios como último fundamento y el hacer de la realidad último fundamento. Ya que lo primero, por definición, es lo eterno, lo inmutable, lo permanente, lo incondicional y por su parte lo segundo, en consecuencia representaría, lo mutable, lo contingente, lo variable, lo condicionado. De ahí, el riesgo de depositar una confianza fundamental en aquello que conoce límite.
Sobraría decir, consecuentemente a lo anterior, el fin del ateo, sería caer nuevamente en la desilusión y en la desesperanza, al descubrir nuevamente que sus ansias de eternidad se ven una vez mas frustradas.
De este modo, sin desconocer que la confianza en Dios, pone de cara al hombre frente al riesgo, la aventura y la anticipación, debido la connatural naturaleza contingente tanto de sí mismo, como de la realidad en la que se encuentra inmerso, parece disminuir el riego de caer en la desesperanza del vacío oscuro del sin sentido y de la muerte o sobreponerse y volar sobre el absurdo, con las alas de la fe, la esperanza y la consolación aun en medio del dolor.
“Solo la vinculación al infinito libera al hombre para la libertad frente a todo lo finito, condicionado, limitado”
Küng.JESUS PORTILLA
[1] Kûng, H, ¿Existe Dios? Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo. Ediciones Cristiandad. Huesca, Madrid. 1995.
2 Bis.Cf. pp.774.

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