sábado, 3 de noviembre de 2007

De la soledad de Uno a la comunión de los tres

El dogma y la reflexión en torno al dogma, son necesariamente dos dinámicas connaturales al quehacer del creyente. Se trata de un ejercicio obligado, con el cual se busca alcanzar la depuración cada vez mayor de una construcción más autentica y coherente entre la expresión de la fe y la verdad experimentada en la intimidad del corazón del que cree, tanto a nivel individual como social. El caso del cristiano no es la excepción, sobre todo frente a una de sus mayores profesiones de fe, como es el reconocer la naturaleza trinitaria de Dios.
Al respecto, se pone de manifiesto un proceso personal que cada cristiano debe realizar, en el cual se ve reflejado un camino de madurez de fe que va inicialmente desde las orientaciones recibidas junto a las oraciones y catequesis propias de las primeras etapas de la tierna infancia, en la cual el niño absorbe y asimila todo lo que escucha y que se le es ofrecido, y aunque sin estar mediado significativamente por la razón, va cimentando las bases para la adquisición de elementos que le permitirán insertarse en un contexto que hace uso de medios para expresar y celebrar la realidad de fe revelada en el corazón del creyente y en el de la comunidad. Posterior a ello, pasar por una etapa semejante a la adolescencia, en el que la razón critica y el cuestionamiento buscan su participación, y convierten al dogma y la tradición en objeto de su quehacer indispensable para finalmente llegar a una etapa de madurez. En esta ultima, con clara conciencia de la evolución, de la base primordial y de la participación de las construcciones de la tradición a través del tiempo, el creyente busca definir una posición en la que retoma y valora la historia como elemento fundamental en el trabajo reflexivo y actualizante de la revelación en el momento histórico presente de si mismo, de la iglesia y de la sociedad de su tiempo. Es evidente que la edad cronológica no siempre se equipara al proceso de evolución de la fe, sin embargo lo esencial está en el trasfondo que motiva la forma particular de expresar y vivenciar la propia fe.
De igual manera, así como se podría describir un proceso personal de fe, igualmente se podría pensar en un proceso social en la evolución de la fe, y no solamente se trataría de describir el paso del totemismo pasando por todas sus transformaciones hasta alcanzar el monoteísmo, sino mas específicamente ya dentro del cristianismo, un proceso semejante lleva al ser humano, desde su infancia hasta alcanzar la madurez. Lograr la realización de este objetivo, es tal vez el desafío al que hoy se enfrenta el creyente, el cual es interpelado no solamente por su realidad interior y su búsqueda incesante de respuestas y comprensión sino desde el entrono social que integra.
Dentro de este marco reflexivo, puede insertarse la construcción de sentido del dogma de la trinidad, semejante a otros procesos dentro de la dimensión religiosa en la vida del ser humano.
Partiendo de la experiencia vivida por la primera comunidad cristiana desde el contacto directo con Jesús de Nazaret y luego de la experiencia del resucitado de las primeras comunidades, se funda la base, para las posteriores construcciones y reflexiones teológicas, que obedecen a la expresión de la experiencia vivida, para luego en los siglos III y IV, determinar las doctrinas y conceptos que caracterizan dicha experiencia. Y ya para los siglos posteriores, interviene la tradición de la Iglesia, junto con una diversidad de interpretaciones que se ajustan a cada momento histórico. De esta manera el mensaje de la revelación y su interpretación hoy, obedecen a un proceso evolutivo, en el cual los hombres de cada momento participan de manera importante en el trabajo de actualización de las verdades de fe.
Desde la dinámica descrita anteriormente, uno de los elementos esenciales de la identidad trinitaria, se trata de la naturaleza relacional de la divinidad, es ésta la gran novedad revelada en el corazón del creyente, íntimamente ligada al momento en el que Jesús revela su relación filial con el Padre celestial. Y es tal la trascendencia de este reconocimiento, que se constituye en un punto de convergencia en la comprensión no solamente de Dios, sino de la naturaleza humana en su más intima esencia, así como la esencia de la sociedad. “…A IMAGEN Y SEMEJANZA LO CREO…” esta afirmación de carácter revelatorio, confirmaría el postulado anterior; afirmación que permite trascender en gran medida, las comprensiones que desde otras campos se ha intentado de la condición del ser humano, desde la filosofía, la ciencia, el arte, entre otros.
Es tal la dimensión de esta afirmación, que prácticamente se constituye en respuesta a grandes incógnitas a cerca de la naturaleza humana y respecto a su quehacer respecto a su entorno, es decir, el alcanzar comprender esta revelación en la intimidad humana, permitiría responder a los problemas que complejizan cada vez mas la situación mundial de las sociedades en su diferentes ámbitos.
Reconocer que Dios es ante todo, una relación interpersonal, y no solo una simple relación, sino un vínculo basado en la compresión, el reconocimiento amoroso del otro, la conformación intima de la unidad y la comunión, es reconocer que esta es la naturaleza de la condición humana, es descubrir su misión, es descubrir los parámetros a seguir para lograr encontrar el verdadero camino, es la única posibilidad de alcanzar la realización y plenificación existencial, es comprender que la salvación, no es solamente individual sino colectiva.
De esta manera, se ubica frente a la mirada humana, la única posibilidad de integración, transformación, es decir se trata de la posibilidad de construir en términos concretos el Reino de Dios en el corazón de los hombres, en relación mutua e intima. Es permitir el acontecer y fluido natural del espíritu de Dios en la vida de cada hombre y de cada mujer que acoge el ofrecimiento gratuito de Dios en su corazón.
Jesús Portilla

viernes, 2 de noviembre de 2007

Creemos que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, desde la eternidad.

Para los creyentes ha sido de vital importancia pensar en la experiencia que se ha tenido de Dios. Hacer reflexión sobre ella para articularla, y sistematizarla en una doctrina que se denominó, doctrina de fe, credo de los apóstoles o credo nicenocostantinopolitano. Los apóstoles, los papas, los santos padres, en sus reuniones conciliares, obtuvieron avances progresivos los cuales son resultado de lo que hemos podido heredar, como contenido de la doctrina de la fe. Esto muy valioso para nosotros los cristianos católicos, que hoy, debemos seguir transmitiendo la fe. En la actualidad nosotros no alcanzamos a percibir la magnitud de las controversias que se originaron en aquellos tiempos, en lo que se creía, como se interpretaba, la creencia en Dios, Jesús, y el Espíritu Santo.
Más allá del creer o no creer, que pienso, lo tenían muy claro, resultaba difícil expresarlo en una doctrina coherente que no diera lugar a herejías, o por lo menos solucionara las controversias suscitadas. Y es que el Misterio de Dios no es fácil pensarlo, porque es meterse en un terreno dimensional que le compete solo a Dios, o es como dice el salmo “escudriñar la mente de Dios” luego a quién interesa, saber el origen de Dios, de su Hijo Jesús, de su Espíritu Santo, de saber su naturaleza? Veo que es muy osado realizar esto.
Sin embargo gracias a la filosofía que anda investigando, o indagando todo, se realizó esto, pues la influencia de los padres griegos no podía ser otra. Sin embargo hay que valorar que los resultados de dicha reflexión fueron muy coherentes y siempre muy oportunos, pues si es Dios el que da la inteligencia y el entendimiento del hombre, él mismo es quien ha producido la sabiduría que ha provenido de la mente de los padres conciliares. Encontramos como primer resultado del concilio de Nicea, al definición de la naturaleza del Hijo, es decir consustancial con el Padre, —permítaseme advertir, que esto es así no porque lo haya definido un concilio como Nicea, sino que por la fe en dicha revelación de Jesús, quien nos mostró al Padre, y nos permitió reconocerle gracias al Espíritu santo derramado en nuestros corazones, fue posible poder acceder a este conocimiento por la fe—; que es Dios de Dios porque ha existido siempre con él, que ha sido engendrado por el padre y no creado, como a las demás criaturas, porque él existía cuando Dios hizo el mundo. Es decir Jesús también es Dios, que ha coexistido con él.
Se puede decir que lo que ellos creían, escapaban a todo tipo de razonamiento al cual hubiesen llegado a elaborar posteriormente, pues su creencia, su fe era sincera y transparente. En todos los casos, en el mundo de la inmanencia habría que hacer todo tipo de claridad, para que la pureza de la fe, que ellos poseían se conservara intacta, y de la misma manera fuese transmitida, en la evangelización de los pueblos.
Creo que Nicea se convirtió en el testimonio de la Iglesia de la revelación de Jesús, profesada y transmitida, plasmada como palabra escrita, para asegurar con fidelidad el mandato de Jesús, de ir por todo el mundo y hacer discípulos suyos a todas las gentes bautizándolas en el Nombre del Padre, y del Hijo… (cf. Mt. 28, 1ss), e instruyéndola en todo cuanto él nos ha enseñado.
No obstante solucionado el problema de la divinidad de Jesús como Hijo de Dios con su misma naturaleza, aun para muchos padres queda en evidencia la procedencia y divinidad del Espíritu Santo. Por lo que fue necesario convocar otro concilio, es así como surge en el seno de la iglesia Constantinopla, quien definió la naturaleza del Espíritu Santo, que por él se encarnó Jesús, en el seno de la virgen María. Por consiguiente el Espíritu Santo es Señor y dador de vida que procede del Padre y del Hijo, y que con el Padre y el Hijo reciben una misma adoración y gloria.
Por ello esta afirmación dio en verdadero significado de la Trinidad y eliminó todo tipo de malentendido que ponía en evidencia el misterio trinitario y su configuración. Estos concilios permitieron asegurar la creencia en las tres personas consideradas y definidas de una vez por todas como diferentes de una misma naturaleza, y coexistencia desde siempre. Lo cual quedo teológicamente como dogma de fe en el interior de la iglesia. Quisiera a aclarar que al entender este misterio y definirlo como dogma, dogma no se refiere a un concepto estático, muerto del cual ya no se puede reflexionar decir nada; lo que sucede es que una vez demostrado racionalmente y comprendido el misterio trinitario, ya no hay motivo ni razón para ponerlo en evidencia, porque aun cuando la necedad del hombre le da para eso y mucho más, el Ser de Dios y su misterio que encierra intrínsecamente, no va a perder su identidad, y su significado, que lo constituye.
Yo estoy de acuerdo y me parece justo y necesario, que la Iglesia hoy haga teología en torno al misterio de la Trinidad, comprendida como comunión intima entre las tres personas el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que viven en eterna comunicación e interpenetración, por la cual cada uno convive en el otro, y actúa en el otro donde conservan esa eterna interrelación y coexistencia.
El símbolo trinitario como lo quiere hacer entender Boff, es el modelo de familia, de sociedad que se debe construir y sobre el que debemos vivir. Pues para una sociedad cristiana, comprender el misterio de la trinidad debe ser el mayor reto, sobre el cual se debe erigir el porvenir existencial de cada sujeto, tendiendo presente que éste Dios trino se ha hecho presente en la historia, desde siempre y por siempre, es decir, el Ser de Dios, no es estático sino que se predice de él, ontológicamente hablando —como dijera Heidegger—, Dios ha sido y permanece “Siendo” y “actuando” en la historia de cada hombre y cada mujer, y más aun, ha sido esa presencia del Dios uno y trino la que le ha permitido construir y dar identidad a la historia de hombres y mujeres con todos los fenómenos creaturales que le ha otorgado para que se sirvan.
Es Ése símbolo trinitario, cargado de todo significado, quien se constituye en modelo para la construcción de comunión y comunidad en la iglesia.
Al hablar de la Trinidad los padres han acuñado el termino persona, porque humanamente hablando es constitutivo de la personas vivir en interrelación, y comunicación de su ser cuando interactúan la una con la otra o entre varias. Ellas interactúan o se comunican no solamente por medio de la palabra sino con otros vínculos relacionales que las constituye a cada una. Ahora bien, nuestra cultura es rica o está constituida por una cantidad de símbolos, que nos trasmiten o nos evocan algo, ya que no siempre se hace uso de la palabra, porque en ocasiones se puede tornar ambigua, entonces ellos se convierten en una forma de lenguaje, transmisor de significado para dar sentido la vida de cada sujeto a nivel individual y grupal.
Considero que en muchas ocasiones la comprensión del misterio trinitario, se vuelve confuso e indescifrable, y la gente común —los que no tienen un conocimiento teológico— no logran aterrizar su comprensión, por ello es preciso la simbología, que debe estar al alcance de todos como una forma adecuada para acceder a la comprensión.
No en vano los creyentes que nos han precedido, han adoptado la simbología plasmada en el arte, como un elemento metodológico y pedagógico propicio para la transmisión del mensaje del Evangelio, el cual llegó a ser adoptado en las catequesis. Pues si las palabras resultan a veces demasiado abstractas y su contenido carente de comprensión, la simbología puede resultar más atractiva y significativa a la hora de predicar el mensaje de salvación, por ello las imágenes llegaron a constituirse elemento primordial que acompañaba el uso de la palabra.
El dogma trinitario salvaguarda la unidad de la fe en el misterio trinitario de Dios, pues la armonía en que viven las tres personas de la trinidad, se convierte en mensaje explícito para una lectura viva y actualizada del mensaje de salvación.
En la celebración litúrgica de la iglesia, manifestamos la creencia en la profundidad de este misterio, si decimos que este misterio es armónico nos permite compartir en armonía esa oración especial que celebramos, pues en sí, ella no actúa porque nosotros lo queramos o no cuando oramos en su nombre, sino porque es de suyo, ella no es pasiva sino activa. De otra manera, a ella no la podemos capturar en escena, y tenerla quieta, ya que su acción es constante, es decir su manifestación es frecuente, y si queremos conocerla no podemos nosotros detenernos sino lanzarnos en su búsqueda que nos acerque a los niveles de profundidad que nos permita experimentar.
El misterio de la trinidad como modelo perfecto de comunión es arquetípico para todas las esferas de la vida y existencia humana, familiar, eclesial, social, etc. Pero acoger como modelo y aplicarlo a la vivencia de la vida humana depende de la voluntad, del mismo hombre. Porque como podemos ver hoy, puede ser que con el intelecto captemos muy bien como funciona la comunión trinitaria de Dios, pero resulta muy difícil y sacrificante al momento de poner por obra lo que sabemos. Es evidente, que nos genera malestar porque nos desacomoda, respecto a la forma incoherente como acostumbramos a vivir. Por consiguiente vivir en coherencia con lo que creemos, implica hacer cambios, en primer lugar de estructura mental y de muchos hábitos y costumbres, que nos pueden desestabilizar. Y si queremos hacerlos nos van a obligar a hacer un reordenamiento de la vida.
Si quisiéramos ahondar en el misterio trinitario y abarcarlo en toda su profundidad no lo podríamos hacer, porque es abarcar lo inabarcable, es como cuando conocemos a una persona, cada vez nos resulta más incomprensible y compleja, de donde podemos concluir que se conoce dentro de los límites de la posibilidad, y que el misterio se devela, en sintonía con lo que podemos captar. Ahora bien, Dios se reveló al hombre, por medio de su Hijo en el Espíritu, y le dio la posibilidad de comprender la manera como han convivido y conviven en unión de mutuo amor por toda la eternidad. Y más aun le da la oportunidad de ser y poder vivir a imagen y semejanza suya, es decir lo divinizó, para que este hombre también viva en armonía con Dios.

Atendiendo al misterio sagrado de la doctrina trinitaria, podemos advertir con toda claridad que el ser humano tiene todas las posibilidades y condiciones necesarias, para vivir en unidad consigo mismo y en comunión recíproca con los demás seres, sin los cuales no puede sobrevivir, porque fue creado para que viva en interrelación con un tu, que le da reconocimiento e identidad.
Entonces, así como no podemos hablar de la trinidad como un Dios absoluto, sino un Dios constituido en tres personas consustanciales Padre, Hijo y Espíritu Santo, que viven encomunión, de igual forma no podemos hablar del hombre como individuo aialdo, sino en relación recíproca con un tú, con Dios y con los hermanos, que lo constituyen como persona.


Jorge Salazar

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo


Entramos en este momento a la profundidad del misterio, precisamente porque ya no es a partir de las concepciones externas de lo que puede ser, el sentido racional de lo que se busca en el trasfondo de un misterio, a cual me pregunto ¿se hace vida, se encarna? O de otro modo, esto me permite a mi introducirme en el mensaje que me puedan transmitir el hecho de concebir la imagen del misterio reflejado en las personas, o mas bien, en la persona de la santísima trinidad siempre en clave de comunicación; pero una comunicación dinámica. No entendida de otra forma.

Por ello creo yo, que no esta mal el haberme inspirado en este título, el cual dará la estructura que identificará mi reflexión, ya que este será el que me permita pensar, de una forma más directa y conciente sobre el misterio trinitario. Es verdad que a lo largo de todo este rollo en el cual el mismo Boff, de una manera “bien interesante”, en sus planteamientos referentes a la trinidad, ha querido involucrarnos; “y de que manera”, ya que creo percibir que no habría mejor manera de estudiarlo si no es encarnando todo este estudio y traduciéndolo a partir de nuestra propia existencia; ¡¡que otra forma podría ser!!.

Creo que el misterio trinitario no se puede tampoco entender si no es a partir de las relaciones con las tres divinas personas, ya que si es en cuanto a relación, esto no sería más que la traducción del hacer apertura de la conciencia de su propio ser y de el salir así, hacia lo que lo rodea, es decir, salir de sí, para formar así comunidad.

Entonces, no se puede en sí dejar a un lado el significado existencial, quiero decir, la vida misma que es la que compone el ente especial que conduce a esa verdadera comunión; por que es desde Dios precisamente, en donde podemos pensar y construir el reino. Pero me atrevo a decir que no es un reino el cual sea inalcanzable para el ser humano y toda su esperanza, sino que me refiero, con el temor a equivocarme, a que es un reino construido por parte de Dios, pero a través de la propia historia, de la promoción de la justicia y la paz; y estos términos no son de carácter exorbitante, como para que nos sintamos confundidos frente a lo que podemos hacer con estas herramientas, claves en el desarrollo de la propia existencia del hombre; por que ellas son precisamente las que nos conducen a esa propia auto realización eterna, como la autorrealización del padre que seguramente, disfruta de la felicidad de encarnarla en nosotros sus hijos. “Esto expresándolo cristianamente”; pero si lo queremos expresar de manera más técnica, al vivir absoluto; es decir, en la participación, en el desdoblamiento hacia el otro en conjugación articulada, permanente y reciproca; esto entendido desde la trinidad, solamente lo podemos traducir en relación con el hoy de nuestra existencia, es decir, la sociedad, la iglesia, la persona en sí. Así de esta manera creo, es como se da la apertura a esa comunión, la cual es percibida en la revelación histórica. De esta manera creo que damos un paso hacia la profundidad del misterio en el cual nos hemos querido introducir, y precisamente, sin perder el mensaje que a través de las generaciones y generaciones nos ha trasmitido el dato histórico; o lo que se entendía en un principio como la (perijoresis), pero que, a la luz de nuestros días, de nuestro hoy, es traducido precisamente en ese morar el uno en el otro, en relación viva y eterna, en esa reciprocidad activa de cada persona, para, por, con y en la otra persona.

Pienso que de esta forma básica, se ha basado Boff en sus planeamientos, todo para entender el misterio desde la perspectiva trinitaria el cual hace transparente el trascendente el cual esta impregnado en sí, por el inmanente; pensando siempre en que lo que se pretende es precisamente una convivencia más humana y fraternal, que devuelva la comunión en su totalidad y en clave de construcción en la dinámica de comunicación reciprocidad. Por ello, quiero darle a este primer aparte la connotación fundamental y es precisamente, que esa revelación del misterio, reitero, se da a partir de una experiencia propia y personal; ahora, visto desde la perspectiva infinita e inmanente, en clave trinitaria, Dios se revela entonces, tal y como es en sí mismo, es decir, como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Sin perder la perspectiva histórica, la cual viene presentando Boff a lo largo de sus capítulos y del mismo modo el hilo conductor que nos ha abrumado en la experiencia significativa del mensaje trasformador de cara a la trinidad, podemos entender que la fe cristiana no tiene ninguna imagen de Dios Padre; que el Hijo se apareció en forma humana en la figura de Jesús de Nazaret; en definitiva que estamos entendiendo que en el trasfondo de esta experiencia significativa encontramos que persiste una plena revelación y esta se da en cristo o más bien, desde Cristo, pero que no podemos desconectar la importancia de esa comunión ente el padre y el hijo; y por Jesús mismo descubrimos en sí, al Padre al Hijo y al Espíritu Santo. Por ello es claro que si henos querido entender el reino de Dios, es claro que desde lo mencionado anteriormente, a lo que se quiere apuntar es a que se entienda en sí, un reino de Dios el cual comienza a realizarse en la historia y en medio de los hombres; entonces, desde esta perspectiva podemos entender que entra en juego y a ocupar un papel importante dentro de la realidad en cuanto al ser humano se refiere, es decir, al hombre, en todas sus dimensiones sociales y por tanto no puede dejarse pasar por alto que como tal la clave de lectura y acción transformadora aplicada desde el mismo hombre, es precisamente claro que el padre entonces, es prototipo de la misericordia, y como tal muestra una visión de conjunto entendida desde el sufrimiento y el efecto liberador que habita en los oprimidos, por tanto si en cuanto hombre se trata, hay de trasfondo un sentido de opresión; ya que esta en el mundo y a pesar de la historia, esta envuelto en el misterio del sufrimiento y del padecimiento, de todos modos en el mundo se insertó también Jesús y en cierta forma también fue víctima y padeció la opresión, con la dicha diría yo, que enseñó la clave de transformación y liberación. “Jesús invoca a Dios como padre en el interior de una acción de liberación” el padre crea por el hijo en la fuerza del espíritu santo; aquí ya nos da a entender claramente que el cuento de la creación no es independiente de lo que hemos venido trabajando a lo largo de esta sencilla reflexión. Es una visión trinitaria de la creación, en donde somos como los tres coeternos, somos consustanciales, es decir, en que si vamos a comprenderlo desde la perspectiva de la creación, entonces, comprendemos que todo en sí, fue creado en el hijo, por el hijo, con el hijo, con el hijo y para el hijo, y así, si el padre engendra al hijo desde la eternidad, precisamente, eternamente todo fue creado en el hijo por el Espíritu Santo.

Y en cuanto a creación se refiere, pues precisamente la naturaleza dentro del conjunto de la creación, se lee desde la vida; ella es vida y como tal, entra como creada para dar todo el conjunto de significación y liberación por que es la creación misma la misión del padre y se realiza por la trinidad y por ello esa misma trinidad a la que nos estamos refiriendo, nos debe permitir hacer conciencia de aceptar que es en la creación misma, donde debemos en tender la trinidad. Una trinidad que nos hace amar a las personas como hijos e hijas suyas y que nos invita a la comunión y a la fraternidad universal. Así mismo, si partimos directamente de la fe trinitaria en Dios, como Padre, Hijo y espíritu, como realidades plenamente originales, entonces la unidad surgirá en sí, como expresión de la eterna comunión e interpenetración esencial de vida y de amor entre los divinos tres. En este punto precisamente no quiero dejar pasar por alto una afirmación acuñada por parte de M.Pohier, en su libro “En el nombre del padre”; y no es que haya sacado el titulo de mi reflexión a partir de su libro. No. Es coincidencial. Pero bueno vamos pues a su apunte: “Dios se presenta como padre cuando en la fe, nos sentimos hermanos y hermanas del hermano Jesús, hijo unigénito. Así como también, nos dice Boff, es Padre en el proceso de liberación de los oprimidos. De este modo encontramos pues, que en el fondo lo que se quiere rescatar a partir de los planteamientos expuestos a lo largo de estos últimos capítulos, es precisamente el rescate de la totalidad de lo humano en sí. Todo esto para que haya la comprensión de ese misterio que nos abruma y nos invita a penetrar en su laberinto, es el misterio de Dios; pero hay que tener en cuenta que aquí no para la cosa. Es claro que a pesar de todo este trasfondo histórico de lo que se comprende como trinidad y desde la perspectiva del hijo, representado en Jesús, notamos que aún no nos ha mostrado todo el misterio de Dios y que mejor aún, es la palabra la que nos hace comunicación de la vida y del ser del Padre; y que todo el misterio de la encarnación esta traducida en Cristo mismo, con él y en él, pero en clave de resurrección. Que esta doxología sea siempre entendida y traducida en la liberación de los oprimidos.

Muchas gracias!!!
John Carlos…

sábado, 15 de septiembre de 2007

EL NO A DIOS COMO POSIBLE…Y SUS IMPLICACIONES…

El ser humano se debate permanentemente entre sus ansias de plenitud, dominio y totalidad y la frustrante sensación de cara a una realidad que le recuerda incesantemente su condición de ser limitado, contingente y frágil. El intento de resolver esta paradoja, es tal vez, una de las mayores motivaciones que lo empuja a dirigir su pensamiento y su comportamiento a lo largo de toda su existencia, en búsqueda incansable de una respuesta satisfactoria.
Así como existe diversidad de subjetividades, también posturas en el intento de encontrar respuesta a este enigma. No faltarán los apasionados que cayendo casi en un ciego fanatismo, cuya motivación no es más que el miedo irracional, asumen posiciones rígidas y radicales, son quienes se aferran a sus creencias personales e ideologías filosóficas, pragmáticas, artísticas o religiosas, según el caso, semejantes al naufrago, quien en medio del mar se aferra a una tabla, y sin importarle que sea tan solo un escombro, pero que por lo menos le da la ESPERANZA DE SALVACIÓN. Así como también aquellos que intentan disimular la angustia que les puede despertar esta realidad y tratan de negar o evadir cada oportunidad que la vida les ofrece de mirarse al espejo, pues les recuerda la abismal diferencia entre sus ansias más intimas de infinito y los limites crudos de su propia realidad. Otros por su parte, buscarán entre las diferentes ofertas que ofrecen mercaderes de sentido, “poseedores de la verdad” y saltarán de espejismo en espejismo, sin encontrar nunca respuesta.
Y es que esta realidad parece tan connatural a lo humano, que ningún hombre parece escapar, si esta signado por la capacidad de tener conciencia de si mismo y de reconocerse en relación con los demás en el mundo.
Desde esta perspectiva, parece que cualquier intento de aproximación es valido, inclusive desde la realidad de Dios y es más, este último parece ocupar un lugar privilegiado en este arduo intento humano. El encontrar o construir el fundamento y sentido primordial de la co-existencia en el mundo desde el referente de Dios es entonces significativo y no solo para quienes afirman un sí a Dios como posible, sino también para aquellos, quienes optan por el no a Dios como posible
[1].
En este sentido, el punto en cuestión, no radica tanto en el sí o en el no a Dios como tal, como la necesidad de encontrar la identidad con el fundamento y soporte, la meta primordial, el origen, sentido y valor originarios del yo, la sociedad y el mundo.2
El si al Dios, implicaría respuesta asegurada a inquietudes primordiales del ser humano; a cuestionamientos esenciales, que el no a Dios, no daría respuesta y ciertamente ahondaría en una realidad descarnada en la que lo sumergiría inevitablemente en el mar sin fondo, del sin sentido, en la desesperanza frente al vacío, al absurdo, la culpa y la muerte.
La anterior afirmación, solo sería válida y solamente, desde el contexto del creyente, puesto que el auténtico ateo por su parte, se valdría del recurso necesario para lograr afirmar el fundamento primero, que el creyente equitativamente experimentaría en su fe.
Superando la imposibilidad racional de refutarse o descalificarse entre sí, las creencias del hombre religioso y del hombre ateo; el no a Dios, es una posibilidad real, una opción fundamental, libre y voluntaria frente a la realidad y lo avoca necesariamente a determinar su referente fundamental. Dicho fundamento y la confianza que depositaría en el, sería necesariamente la realidad en oposición a Dios. Es decir, esta es una opción y un derecho inalienable, para todo aquel que quiera encarar el enigma vital del sentido frente a la toma conciencia de su existencia en el mundo, apartado de la realidad de Dios.
Sin embargo, bien lo afirma Küng,3 existe una diferencia honda entre determinar a Dios como último fundamento y el hacer de la realidad último fundamento. Ya que lo primero, por definición, es lo eterno, lo inmutable, lo permanente, lo incondicional y por su parte lo segundo, en consecuencia representaría, lo mutable, lo contingente, lo variable, lo condicionado. De ahí, el riesgo de depositar una confianza fundamental en aquello que conoce límite.
Sobraría decir, consecuentemente a lo anterior, el fin del ateo, sería caer nuevamente en la desilusión y en la desesperanza, al descubrir nuevamente que sus ansias de eternidad se ven una vez mas frustradas.
De este modo, sin desconocer que la confianza en Dios, pone de cara al hombre frente al riesgo, la aventura y la anticipación, debido la connatural naturaleza contingente tanto de sí mismo, como de la realidad en la que se encuentra inmerso, parece disminuir el riego de caer en la desesperanza del vacío oscuro del sin sentido y de la muerte o sobreponerse y volar sobre el absurdo, con las alas de la fe, la esperanza y la consolación aun en medio del dolor.
“Solo la vinculación al infinito libera al hombre para la libertad frente a todo lo finito, condicionado, limitado”
Küng.JESUS PORTILLA
[1] Kûng, H, ¿Existe Dios? Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo. Ediciones Cristiandad. Huesca, Madrid. 1995.
2 Bis.Cf. pp.774.


viernes, 14 de septiembre de 2007

TRAS LAS HUELLAS DEL MISTERIO







Entramos a discutir las diversas apreciaciones en las que el autor, en este caso Carlos Bravo, nos sitúa en el marco de la comprensión de la experiencia como elemento fundante dentro de las participaciones que de ella se pueden derivar. Precisamente situarnos dentro del marco de la experiencia, hace que en cierta manera ahondemos en los conceptos referenciales que la misma historia nos ha aportado como marco conceptual, y que obviamente no podemos dejar pasar por alto. Creo que es necesario abordar alguna de ellas, de pronto la más cercana al camino que nos conduce a las afirmaciones conceptuales de cada aporte; ya sea tanto en su categoría empírica, la cual nos pone dentro del marco de las percepciones inmediatas, que no solamente se dan a partir de lo que acontece en cada momento, de las vivencias que le son propias al sujeto en sí, aunque sí, son el punto de partida de todo conocimiento. De ella no es que determine el autor, que sea la única y la que nos da todo el fundamento para determinar en sí el concepto en el margen de lo que consideramos como experiencia, pero si se le da la importancia necesaria como elemento de la misma.

Por eso, creo entender que precisamente, es necesario entrar en contacto con la categoría experimental, la cual nos presenta el autor como la que se realiza de una manera reflexiva, es decir que implica detenerse un poco en que es lo que se esta viviendo en determinado momento y cual es la significación común en la que yo pueda sentir cómo esa experiencia esta representando en mí un punto de partida para la concepción profunda de lo que verdaderamente estoy experimentando. Por ello esa reflexión tiene en sí, un fin determinado. Pero, ese fin determinado ¿a que me llevará?, creo entender que es precisamente, a lo que no se pretende llegar es a que lo específicamente humano, lo personal, no puede objetivarse. Parece pues, que sí se toman elementos para estructuración de las ciencias de la naturaleza. Pero no hace que se llegue a la subjetivación del sujeto.

De hecho, el autor nos presenta una categoría la cual denomina la experiencia, y es precisamente la que le corresponde en sí al elemento totalmente humano y que de ella se pueden tomar marcos referenciales competentes en su categoría; esto en cuanto que se establece bajo los aspectos propios de todos los niveles de la experiencia humana, sus sentimientos y actitudes. Es decir toda una comprensión en si de la importancia del elemento humano como punto de referencia en la búsqueda del horizonte de sentido y que no puede ser totalmente independiente de lo que las mismas ciencias puedan determinar frente a lo que le compete como tal al hombre en su ser experimental. Parece en sí digo yo, como una forma de revelación fenomenológica, ya que es precisamente en su connotación, como el sujeto en sí entra en contacto con el objeto que conoce y este se relaciona en sí con el sujeto conocido; y posteriormente se da el encuentro con ese objeto del conocimiento. “aquello que se muestra a sí mismo”. Ahora su historicidad, la cual esta siempre consecuente, no es extática sino que hace parte constitutiva de lo que yo voy experimentando con el otro, en relación a la misma experiencia. Ello hace que lo afirmado de una manera ideológica, difiera de lo que se esta experimentando. Eso me lleva pues, como sujeto a la apertura, es decir, que ya hay como un tipo de confrontación, precisamente, de lo que se hace y de lo que se puede obtener. Hay un constante movimiento entre sí. Por eso el autor nos dice precisamente que no hay que detener o bloquear una experiencia, ya que cuando la distorsionamos, pues se pierde todo su sentido y significación, de lo que de pronto, en un principio era su determinación. Por eso cabe a bien definir precisamente ese ejemplo que nos muestra el autor cuando lo compara con la concepción de la fe y las prácticas litúrgicas, en tanto que ellas se reducen a meras formulas, que después terminan distorsionando la misma experiencia de fe. Entre tanto el lenguaje, me remite precisamente a reconocer que la esencia del ser sujeto, del ser “yo” me es propio en su esencia. Y ese “yo”, es precisamente para el otro no como objeto en sí, sino en cuanto que hay comunicación, es decir, habla, y por ende ya hay una comprensión en sí, es decir la captación para aceptar en cierto modo a las profundidades de la misma experiencia, pero lógicamente, distinguir si, que en esa reflexión, hay un factor referencial del cual se toma la expresión de la afirmación. Es precisamente el creer, en relación interpersonal, en donde se aplican los valores o realidades que se originan de la experiencia existencial. Por ello, el echo del creer en sí, implica la expresión de la afirmación de fe, claro, si se cree es por que de ello se determina que hay una fe por la cual, el sujeto ha experimentado el encuentro, confianza, inteligencia, voluntad, y el sentimiento.

En cuanto a la profundidad, vemos que hay un aporte importante de parte de Paul Tillich, quien
conecta de una manera importante lo referente al sentido y significación de la experiencia ya que esa profundidad en sí en primer lugar Tillich nos dice que es el símbolo de una realidad superficial y que a lo largo de toda una vivencia en el campo de la experiencia podemos determinar que se trata en sí de una necesidad por encontrar el sentido de la vida. Ahora si toda experiencia, pienso yo marca un papel referencial dentro de la misma vida del sujeto, entonces, hay en sí una profundidad, es decir su experiencia es profunda, por el echo que cree, y ese creer es expresión de una fe y en cuanto que se pregunta por su profundidad, llámesele como mejor nos parezca o como se nos pase por la mente, no se le puede considerar como ateo. Además esta profundidad no tiene otro fin último que el de llegar a Dios, por tanto llámele como se le llame, es Dios quien mueve al hombre a descubrir su profundidad, y esta es el testimonio de la misma experiencia por ello están ligadas una de la otra; entre tanto todo su sentido esta enfocado hacia la búsqueda de la verdad, la cual creo entender habita en la profundidad de la propia vida, cuando ella se analiza desde los campos internos del propio ser, hace que se tome conciencia de que se esta hablando de la vida en si, la del sujeto, y que este debe asumirla en serio, ya que es
Dios precisamente quien da la gracia al ser humano para salvarse.
Creo desde este punto de vista, el paso al misterio en si de la profundidad no lo podemos describir de una manera tangible en cuanto a lo que estamos viviendo, sino que se pone en el ejercicio de la captación, de hacer posible comunidad, es decir creo, la apertura de toda experiencia del ser como sujeto, hacia el otro, hacia la alteridad. En una sola palabra, comunidad. Ahora en el mundo de hoy entre tanto conflicto y dependencia del materialismo y del facilismo que pues abierta la pregunta ¿hacia que tipo de profundidad vamos todos los sujetos sociales del mundo en especial el misterio al que quieren llegar los jóvenes?

Bueno. Cabe pues entonces, hacer de la experiencia un marco referencial más cercano hacia lo que se refiere a una experiencia de Dios. Boff nos hace una noción muy cercana frente a la experiencia de Dios “el hombre es un ser que existe vuelto hacia fuera, en comunión con el otro, con el mundo. De ahí que la experiencia no sea solo una ciencia, sino una verdadera conciencia”. Por ello lo que tenemos ahora es en sí todo lo que compete al existencial del hombre, o mejor dicho del ser humano. Pero vamos a entrar en cuanto a lo que respecta a Dios: frente a la concepción de la experiencia de Dios se plantean dos categorías las cuales parten desde la trascendencia como tal, y la inmanencia , es decir, que se habla de un Dios totalmente trascendente, el cual nos conduce al deísmo y la de otro absolutamente inmanente, la de un panteísmo que solamente se toma desde la perspectiva que nos presenta Boff, de manera que esta no va a conducir a la transparencia. A lo largo de los tiempos, encontramos multiplicidad de definiciones sobre lo que respecta al concepto Dios en la experiencia, en cuanto que Dios no solamente se transparenta en el hombre, sino que precisamente podemos considera el echo de que Dios también se trasparenta al mundo entero.
La experiencia completamente personal, en cuanto que es, reitero, como una forma de revelación en la que es Dios mismo quien se trasparenta en el sujeto y que ese sujeto hace reconocimiento de que es en el fenómeno donde se reproduce lo concerniente a la vivencia experimental de un Dios que se hace confrontación en el mismo hombre. Es decir, salir de sí mismo para, así determinar a partir de esa confrontación se tenga una propia representación de la experiencia. Dios no surge precisamente de una afirmación o negación de toda representación de Dios, sino cuando se intenta pensar desde una dimensión más original y más honda. De este modo debemos tener en cuenta que la presencia de Dios esta en todo, aunque con una particularidad, es precisamente la de la no negación y sustitución del mundo y sus realidades. En cuanto a lo que expresábamos respecto a la inmanencia y la trascendencia frente a ala categoría de Dios, estas se han considerado como categorías opuestas y excluyentes. Dios no es solamente esas dos categorías sino que podemos considerar que es también totalmente transparente.

Esta categoría no es independiente de la experiencia ya que encontramos que dentro de la categoría de Dios la experiencia responde a una subjetividad pero también a una objetividad, es decir, la de corregir, superar y afirmar, en tanto que nos ubica en un mundo de vivencia, la cual se relativiza, necesita de la experiencia. Por ello, de lo que se trata todo esto, es que en el mundo actual en donde se mantiene la lucha por encontrar la representación de Dios desde las categorías existenciales las cuales se den a partir de la vivencias propias y concretas en relación con el mundo, con el hombre, con la sociedad, pero que de todos modos esta marcada en el objetivo de una búsqueda inconciente, ya que Dios surge en sí como sentido radical. Nos estamos refiriendo precisamente de un Dios vivo y real que esta en nuestro lado y en nuestro caminar. Por ello no puede ser excluido jamás, ni del mundo ni del lenguaje ya que su presencia es, incluso inevitable aunque se pretenda excluirlo. Dios se revela constantemente en el sujeto, es decir en el hombre y por ello el mundo en sí y toda experiencia que le competa al hombre en su vivencia de la fe, se entiende y se entenderá siempre como la categoría fundamental de la existencia y de la fe.



John Carlos…



LA RAZÓN COMO ACCESO AL CONOCIMIENTO DE DIOS


Según Kutschki, de muchas maneras desde la filosofía se ha abordado el tema de Dios, desde luego que no de la misma forma como lo ha hecho la teología desde la Sagrada Escritura y la tradición. No obstante para algunos ateos Dios no existe, o manejan una concepción distinta de lo que pudiese significar Dios para la comunidad judeocristiana, en su caso.

Dios ha sido abordado como un concepto que genera problema, como dice “en todo caso, la filosofía clásica, movida de profunda seriedad, quiso comprender lo que, bajo formas mil, se han esforzado siempre los hombres po
r comprender en su fe en Dios”(Kutschki). Este deseo de comprensión es de tipo intelectual, es decir es un asunto del conocimiento, con la cual la razón tiene que vérselas. La idea o concepto "Dios" es algo con lo cual los hombres siempre han luchado, sean religiosos, o irreligiosos. Para el caso de los filósofos, ha sido un tema con lo cual la razón ha tenido que luchar, para generar producción de pensamiento, y aunque muchos han logrado asomarse a pequeñas intelecciones que bien podrían ser equivocaciones mas que conocimiento de Dios, no han podido superar o abarcar aquello, que supera la esfera inmanente porque pervive en el campo de lo trascendente, y que se conserva como misterio, inabarcable. Se ve que entre más ansias ha habido por alcanzar este misterio y poder descifrarlo desde la razón, más se aleja y se escapa, y se hace imposible atraparlo; pues el infinito, aunque pareciese que ya se va lograr, se escapa y se hace más distante sin saber porqué.

Creo que los filósofos han hecho malogrados intentos por acomodar a Dios en la razón, y encasillarlo ahí, para poder hablar de él mediante argumentos propositivos, y así mejor entender el mundo o dar respuesta a sucesos que acontecen en él; como científicamente se podría hablar de teorías de causa -efecto. Por ejemplo para Demócrito el universo surgió de las homeomerías que son infinidades de pequeñas partículas que luego se unieron y así dieron origen a los seres. O cuando un cuerpo lo lanzamos hacia arriba, se cae por la ley de la gravitación universal. Para la lógica humana Dios pudiese funcionar así. Una vez comprobada la existencia de Dios, o una vez se pudiera dar razón de Dios, todo estaría listo. Descartes por ejemplo maquino mucho en su cabeza la idea de Dios, hasta que llegó a decir —sino me equivoco— si existe la idea de Dios es porque Dios existe, tanto en el entendimiento como en la voluntad. Lo no muy aceptable, y ya superado es que él concebía al hombre no como un ser integral, sino como una dualidad mente cuerpo, y éste último funcionaba como una máquina; entonces Dios en qué parte se hallaba? En la mente.

Desde el punto de vista de Descartes por ejemplo, logró por lo menos acercarse un poco a la idea de Dios.
Yo pienso que Dios es susceptible de ser entendido o comprendido cuando el hombre se lanza en una búsqueda desmesurada por encontrarle, pues el hombre pretencioso es un necio. Y la razón que solo da argumentos demostrables mediante principios lógicos, no puede decir nada de aquello que a ella le resulta inabarcable.

Si Dios cabe en el pensamiento, es porque existe la posibilidad de encontrarle, además, de su parte está perfecta la posibilidad, de develarse, en el caso de los filósofos, se devela en su pensamiento, en la capacidad de comprenderlo racionalmente, pero no de la manera que ellos quieren, sino que por ser Dios quien da la razonabilidad al hombre es El, quien manifiesta la oportunidad de descubrirlo, como es el caso de Blas Pascal, que logró un espacio de apertura al misterio y pudo reconocerle, no sabemos cómo fue, pero se tiene el testimonio que por lo menos lo experimentó y gustó de aquel destello de Dios en su ser. Entonces cómo otros no lo reconocieron? Entonces fue Dios no se les quiso manifestar? Como dice la Escritura desde antiguo y de muchas formas habló Dios al hombre… solo que aquellos no supieron percibir esa manifestación de Dios que actuaba en el acontecer del ser en su historia como dijera Heidegger, es decir siempre ha actuado Dios en el acontecer del Ser del hombre. Pues cómo Dios siendo el creador del ser no va a actuar en el, si él le ha impreso la capacidad de reconocerse así mismo en su en sí y en el entorno que le rodea, en el mundo de los fenómenos, fue Dios quien le otorgó la capacidad de conocer, de ver, de actuar, de preguntarse por su ser y estar en el mundo.

No se puede decir que si el hombre no logra encontrar a Dios es porque Dios no existe. Como pudiese ser la postura de los ateos. Ello da a entender que tal vez, ellos sí lo han buscado, que han hecho muchos intentos, y a lo mejor, la frustración de no encontrarlo dieron por sentada esa máxima, Dios no existe o el no a Dios. Dios no es susceptible de ser conocido, pero no se da cuando el hombre quiere, porque Dios no está a merced del hombre, el Ser de Dios existe y subsiste por antonomasia; es cuando él se quiere develar al hombre, no por voluntad o pendencia del hombre, es cuando el hombre le conoce, Dios invade todas las profundidades de su existencia y esa sed de infinito es colmada por el hombre. Pero podríamos decir que estarían jugando al gato y al ratón, el hombre que le busca y Dios que no se quiere dejar encontrar, o Dios que se manifiesta y hombre está perdido y no logra descubrirlo. Vemos en la historia que muchos hombres murieron sin conocer a Dios, o acercarse un destello del misterio. Entonces donde está la libertad humana. Entonces Dios no deja ser libre? O Dios es egoísta y no se dejo ver? Creo que aquellos que buscaron a Dios y no lo encontraron, no fue porque la revelación del misterio no fuera dada, sino porque tal vez, los medios por los cuales querían acercarse a él, resultaron ineficaces, o no fueron utilizados asertivamente. Pues como advertía hace un momento es Dios quien posibilita el encuentro, es quien genera la capacidad de interrogarse. Así aunque mucho no lograron el encuentro con Dios, es porque ni siquiera quisieron o se propusieron, o no supieron abordar el entrañable misterio de su ser, entonces lo inabarcable de su ser es lo inabarcable de Dios, porque ahí en lo más profundo e insondable del humano integral yace el gran misterio de Dios, que lo posee todo.

Aquellos hombres que tuvieron la fortuna de encontrar con avidez la experiencia mediada de Dios, demostraron que a la razón no le es inasequible, como mediación para encontrar el Ser de Dios, que por el contrario es el medio más eficaz por el cual se puede conducir un hombre para acceder al encuentro oportuno con el misterio de la divinidad. Además su capacidad de raciocinio les concedió la posibilidad comunicar mediante el logos eso que con tanta elocuencia es capaz de asimilar en el intelecto del ser de los demás seres humanos y que lo poner en comunión consigo mismo y con su historia.

Los filósofos buscan la sabiduría, y la sabiduría no proviene de la nada, la da algo, la da alguien, pues como dijera Parmenides, el no ser no es, y el Ser es, o sea del no ser no puede salir nada, porque el no ser es la nada, y de la nada no sale nada, mientras que del Ser si puede salir algo, por consiguiente si buscan la sabiduría en quien les puede dar la sabiduría, la van a encontrar, pero la sabiduría no puede venir de un ser contingente, porque la sabiduría no perece como perece el hombre, así mismo, un hombre no puede dar la sabiduría, porque hay que buscarla donde está la fuente que no perece. Luego la sabiduría, para que no haga mal uso de ella no se otorga de una vez por todas, se va dando pausadamente en la medida en que se va necesitando y el que la necesitada la va buscando, por ello no se da en plenitud, porque en plenitud la posee únicamente Dios quienes el que la otorga. Ahora bien, tanto los filósofos como los teólogos que pretenden abordar el misterio de Dios, que es la sabiduría máxima, sine qua no hallan perspectivas de realización, en la búsqueda insondable que embarga a cada uno, deben procurar con mesura, su ansia de infinito para que por lo menos el misterio de Dios les sea permitido en el suave transcurrir de su existencia, y así logren saciar sus anhelados deseos indagación.

JORGE S.