viernes, 14 de septiembre de 2007

TRAS LAS HUELLAS DEL MISTERIO







Entramos a discutir las diversas apreciaciones en las que el autor, en este caso Carlos Bravo, nos sitúa en el marco de la comprensión de la experiencia como elemento fundante dentro de las participaciones que de ella se pueden derivar. Precisamente situarnos dentro del marco de la experiencia, hace que en cierta manera ahondemos en los conceptos referenciales que la misma historia nos ha aportado como marco conceptual, y que obviamente no podemos dejar pasar por alto. Creo que es necesario abordar alguna de ellas, de pronto la más cercana al camino que nos conduce a las afirmaciones conceptuales de cada aporte; ya sea tanto en su categoría empírica, la cual nos pone dentro del marco de las percepciones inmediatas, que no solamente se dan a partir de lo que acontece en cada momento, de las vivencias que le son propias al sujeto en sí, aunque sí, son el punto de partida de todo conocimiento. De ella no es que determine el autor, que sea la única y la que nos da todo el fundamento para determinar en sí el concepto en el margen de lo que consideramos como experiencia, pero si se le da la importancia necesaria como elemento de la misma.

Por eso, creo entender que precisamente, es necesario entrar en contacto con la categoría experimental, la cual nos presenta el autor como la que se realiza de una manera reflexiva, es decir que implica detenerse un poco en que es lo que se esta viviendo en determinado momento y cual es la significación común en la que yo pueda sentir cómo esa experiencia esta representando en mí un punto de partida para la concepción profunda de lo que verdaderamente estoy experimentando. Por ello esa reflexión tiene en sí, un fin determinado. Pero, ese fin determinado ¿a que me llevará?, creo entender que es precisamente, a lo que no se pretende llegar es a que lo específicamente humano, lo personal, no puede objetivarse. Parece pues, que sí se toman elementos para estructuración de las ciencias de la naturaleza. Pero no hace que se llegue a la subjetivación del sujeto.

De hecho, el autor nos presenta una categoría la cual denomina la experiencia, y es precisamente la que le corresponde en sí al elemento totalmente humano y que de ella se pueden tomar marcos referenciales competentes en su categoría; esto en cuanto que se establece bajo los aspectos propios de todos los niveles de la experiencia humana, sus sentimientos y actitudes. Es decir toda una comprensión en si de la importancia del elemento humano como punto de referencia en la búsqueda del horizonte de sentido y que no puede ser totalmente independiente de lo que las mismas ciencias puedan determinar frente a lo que le compete como tal al hombre en su ser experimental. Parece en sí digo yo, como una forma de revelación fenomenológica, ya que es precisamente en su connotación, como el sujeto en sí entra en contacto con el objeto que conoce y este se relaciona en sí con el sujeto conocido; y posteriormente se da el encuentro con ese objeto del conocimiento. “aquello que se muestra a sí mismo”. Ahora su historicidad, la cual esta siempre consecuente, no es extática sino que hace parte constitutiva de lo que yo voy experimentando con el otro, en relación a la misma experiencia. Ello hace que lo afirmado de una manera ideológica, difiera de lo que se esta experimentando. Eso me lleva pues, como sujeto a la apertura, es decir, que ya hay como un tipo de confrontación, precisamente, de lo que se hace y de lo que se puede obtener. Hay un constante movimiento entre sí. Por eso el autor nos dice precisamente que no hay que detener o bloquear una experiencia, ya que cuando la distorsionamos, pues se pierde todo su sentido y significación, de lo que de pronto, en un principio era su determinación. Por eso cabe a bien definir precisamente ese ejemplo que nos muestra el autor cuando lo compara con la concepción de la fe y las prácticas litúrgicas, en tanto que ellas se reducen a meras formulas, que después terminan distorsionando la misma experiencia de fe. Entre tanto el lenguaje, me remite precisamente a reconocer que la esencia del ser sujeto, del ser “yo” me es propio en su esencia. Y ese “yo”, es precisamente para el otro no como objeto en sí, sino en cuanto que hay comunicación, es decir, habla, y por ende ya hay una comprensión en sí, es decir la captación para aceptar en cierto modo a las profundidades de la misma experiencia, pero lógicamente, distinguir si, que en esa reflexión, hay un factor referencial del cual se toma la expresión de la afirmación. Es precisamente el creer, en relación interpersonal, en donde se aplican los valores o realidades que se originan de la experiencia existencial. Por ello, el echo del creer en sí, implica la expresión de la afirmación de fe, claro, si se cree es por que de ello se determina que hay una fe por la cual, el sujeto ha experimentado el encuentro, confianza, inteligencia, voluntad, y el sentimiento.

En cuanto a la profundidad, vemos que hay un aporte importante de parte de Paul Tillich, quien
conecta de una manera importante lo referente al sentido y significación de la experiencia ya que esa profundidad en sí en primer lugar Tillich nos dice que es el símbolo de una realidad superficial y que a lo largo de toda una vivencia en el campo de la experiencia podemos determinar que se trata en sí de una necesidad por encontrar el sentido de la vida. Ahora si toda experiencia, pienso yo marca un papel referencial dentro de la misma vida del sujeto, entonces, hay en sí una profundidad, es decir su experiencia es profunda, por el echo que cree, y ese creer es expresión de una fe y en cuanto que se pregunta por su profundidad, llámesele como mejor nos parezca o como se nos pase por la mente, no se le puede considerar como ateo. Además esta profundidad no tiene otro fin último que el de llegar a Dios, por tanto llámele como se le llame, es Dios quien mueve al hombre a descubrir su profundidad, y esta es el testimonio de la misma experiencia por ello están ligadas una de la otra; entre tanto todo su sentido esta enfocado hacia la búsqueda de la verdad, la cual creo entender habita en la profundidad de la propia vida, cuando ella se analiza desde los campos internos del propio ser, hace que se tome conciencia de que se esta hablando de la vida en si, la del sujeto, y que este debe asumirla en serio, ya que es
Dios precisamente quien da la gracia al ser humano para salvarse.
Creo desde este punto de vista, el paso al misterio en si de la profundidad no lo podemos describir de una manera tangible en cuanto a lo que estamos viviendo, sino que se pone en el ejercicio de la captación, de hacer posible comunidad, es decir creo, la apertura de toda experiencia del ser como sujeto, hacia el otro, hacia la alteridad. En una sola palabra, comunidad. Ahora en el mundo de hoy entre tanto conflicto y dependencia del materialismo y del facilismo que pues abierta la pregunta ¿hacia que tipo de profundidad vamos todos los sujetos sociales del mundo en especial el misterio al que quieren llegar los jóvenes?

Bueno. Cabe pues entonces, hacer de la experiencia un marco referencial más cercano hacia lo que se refiere a una experiencia de Dios. Boff nos hace una noción muy cercana frente a la experiencia de Dios “el hombre es un ser que existe vuelto hacia fuera, en comunión con el otro, con el mundo. De ahí que la experiencia no sea solo una ciencia, sino una verdadera conciencia”. Por ello lo que tenemos ahora es en sí todo lo que compete al existencial del hombre, o mejor dicho del ser humano. Pero vamos a entrar en cuanto a lo que respecta a Dios: frente a la concepción de la experiencia de Dios se plantean dos categorías las cuales parten desde la trascendencia como tal, y la inmanencia , es decir, que se habla de un Dios totalmente trascendente, el cual nos conduce al deísmo y la de otro absolutamente inmanente, la de un panteísmo que solamente se toma desde la perspectiva que nos presenta Boff, de manera que esta no va a conducir a la transparencia. A lo largo de los tiempos, encontramos multiplicidad de definiciones sobre lo que respecta al concepto Dios en la experiencia, en cuanto que Dios no solamente se transparenta en el hombre, sino que precisamente podemos considera el echo de que Dios también se trasparenta al mundo entero.
La experiencia completamente personal, en cuanto que es, reitero, como una forma de revelación en la que es Dios mismo quien se trasparenta en el sujeto y que ese sujeto hace reconocimiento de que es en el fenómeno donde se reproduce lo concerniente a la vivencia experimental de un Dios que se hace confrontación en el mismo hombre. Es decir, salir de sí mismo para, así determinar a partir de esa confrontación se tenga una propia representación de la experiencia. Dios no surge precisamente de una afirmación o negación de toda representación de Dios, sino cuando se intenta pensar desde una dimensión más original y más honda. De este modo debemos tener en cuenta que la presencia de Dios esta en todo, aunque con una particularidad, es precisamente la de la no negación y sustitución del mundo y sus realidades. En cuanto a lo que expresábamos respecto a la inmanencia y la trascendencia frente a ala categoría de Dios, estas se han considerado como categorías opuestas y excluyentes. Dios no es solamente esas dos categorías sino que podemos considerar que es también totalmente transparente.

Esta categoría no es independiente de la experiencia ya que encontramos que dentro de la categoría de Dios la experiencia responde a una subjetividad pero también a una objetividad, es decir, la de corregir, superar y afirmar, en tanto que nos ubica en un mundo de vivencia, la cual se relativiza, necesita de la experiencia. Por ello, de lo que se trata todo esto, es que en el mundo actual en donde se mantiene la lucha por encontrar la representación de Dios desde las categorías existenciales las cuales se den a partir de la vivencias propias y concretas en relación con el mundo, con el hombre, con la sociedad, pero que de todos modos esta marcada en el objetivo de una búsqueda inconciente, ya que Dios surge en sí como sentido radical. Nos estamos refiriendo precisamente de un Dios vivo y real que esta en nuestro lado y en nuestro caminar. Por ello no puede ser excluido jamás, ni del mundo ni del lenguaje ya que su presencia es, incluso inevitable aunque se pretenda excluirlo. Dios se revela constantemente en el sujeto, es decir en el hombre y por ello el mundo en sí y toda experiencia que le competa al hombre en su vivencia de la fe, se entiende y se entenderá siempre como la categoría fundamental de la existencia y de la fe.



John Carlos…



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